Acerca de la democracia

Acerca de la democracia

En el III° Encuentro de Movimientos Sociales en Roma 2016, el Papa Francisco señaló en su discurso: “Cuando ustedes desde su arraigo a lo cercano, desde su realidad cotidiana, desde el barrio, desde el paraje, desde la organización del trabajo comunitario, desde las relaciones de persona a persona, se atreven a cuestionar las “macrorrelaciones”, cuando chillan, cuando gritan, cuando pretenden señalarle al poder un planteo más integral, ahí ya no se los tolera tanto porque se están saliendo del corsé, se están metiendo en el terreno de las grandes decisiones que algunos pretenden monopolizar en pequeñas castas. Así la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va descarnando porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad en la construcción de su destino”.
Verifiquemos estas palabras del Papa consultando publicaciones y autores insospechados de animosidad contra el régimen, sus instituciones y “la democracia”: La Nación, 11/11/16, “Las elecciones en EE.UU." por Peter Goodman, The New York Times: “Pase lo que pase a partir de ahora, es poco probable que el resentimiento acumulado que fogonea el populismo se agote en lo inmediato. La democracia es esencialmente un medio por el cual los ciudadanos les dicen a sus líderes lo que quieren. Lo que muchos quieren ahora es que sus líderes se vayan todos. O los nuevos líderes encuentran la manera de que el capitalismo global resulte una propuesta más enriquecedora para más cantidad de gente, o ellos también corren el riesgo de ser barridos por la ola de descontento.”
Clarín, 12/11/16, "Donald Trump, o la nariz apretada..." por M. Cantelmi: “Una pequeña paradoja: el martes 8 cuando Donald Trump conquistaba la Casa Blanca, el mundo celebraba el 27 aniversario de la caída del Muro de Berlín. (…) De la mano de la integración de los mercados, hubo en simultáneo una erosión del Estado de Bienestar de la segunda posguerra.(…) La desigualdad vino, así, de la misma mano de la transformación globalizadora, un desvio que se agudizó con la crisis de 2008. (…) La deuda social amontonó masas frustradas, víctimas de ajustes que agregaron desocupación y marginalidad. Ese es el mundo que ahora aparece condenado.”
La Nación, 12/11/16, “El triunfo del hombre hueco” por E. Fidanza: “... el triunfo de Trump es el síntoma de una mutación más profunda, que anuncia una nueva época en la historia mundial. Sin agotar el tema, podría argumentarse que al menos tres factores convergen en este cambio, cuyo rostro trágico es la desigualdad. Ellos son: la desnaturalización del sistema democrático, la globalización económica y el efecto de la revolución tecnológica sobre el empleo. La pérdida de sustancia democrática no es un fenómeno nuevo. Consiste en la transformación de las democracias en plutocracias, es decir, en gobiernos conformados por élites que concentran el poder y deciden sobre el destino de los ciudadanos, devenidos súbditos de una dominación invisible.”
La Nación, 18/11/16, “El dinero negro de las redes criminales. Un Pacto de Impunidad", por Hugo Alconada Mon (subjefe de redacción del diario La Nación): “El “círculo rojo” goza de impunidad. Así funcionó, así funciona y así parece que quiere seguir funcionando en la Argentina. El problema es que sus miembros tradicionales – políticos, empresarios y banqueros, jueces y fiscales, sindicalistas y no pocos periodistas y dueños de medios—ahora no son los únicos beneficiarios de ese sistema que les provee impunidad. Ahora también lo usan narcos, traficantes de personas y otros baluartes de estirpe similar, como algunos financistas del terrorismo. ¿Por qué? Porque los mismos canales que utilizan los miembros del “círculo rojo” para lavar su dinero negro o sacar fortunas del país también extendieron sus servicios a, por ejemplo, los narcos, que a su vez recurren a ellos porque cuentan con protección política. Y si son intocables, como lo son, ¿por qué no aprovechar la oportunidad? Esto puede resultar sorpresivo e inquietante para algún lector. Pero no es una novedad para los integrantes del “círculo rojo”. Lo saben desde hace rato y muchos son cómplices. Por acción u omisión.”
Clarín, 18/11/16, “¿Atardecer de la era democrática?” por Kevin Casas Zamora (Director del Programa de Estado de Derecho, Diálogo Interamericano, Washington D.C.): "Que Trump es un síntoma de los quebrantos de la democracia en Estado Unidos es evidente. También obvio es que su éxito electoral es parte de un fenómeno más amplio de desprecio a las élites políticas y a las convenciones de la democracia liberal, que se ha manifestado en Brexit entre otros muchos ejemplos recientes. Todos estos casos muestran variantes de un síndrome de exaltación que hoy parece afligir a la democracia. Menos reconocido aún es que ese síndrome no es coyuntural. No se trata de un resfrío democrático que debemos sudar, sino de una condición crónica con la que conviviremos por mucho tiempo. (…) Para empezar, en el centro de la nueva dinámica democrática estará una ciudadanía crónicamente enfadada. (…) Quienes hemos seguido la campaña electoral norteamericana hemos presenciado un espectáculo perturbador. Pero es menester entender que no ha sido una aberración, sino un producto destilado de los tiempos y un aviso de las turbulencias políticas que se avecinan.”
Clarín, 17/12/16, "Sobre Trump, Maquiavelo, Estado e irresponsabilidades" por M. Cantelmi: “Pocos años atrás cuando el Euro-sur se desangraba con la crisis en cadena de Grecia, Portugal o España sometidas a una receta de austeridad implacable, observadores sistémicos insospechados como George Soros señalaban una distorsión significativa en la etapa. Consistía en que la soberanía de los Estados, ese orden establecido, era relativizado por una superestructura corporativa que ignoraba límites e instituciones y por lo tanto achicaba el sentido de la democracia y la república. Dejaba de existir así un ejercicio del mando como tal, legitimado. Lo que estamos viendo es el regreso activo de la noción polvorienta de una forma de aristocracia.”
Como vemos, este breve repaso de artículos confirman que el Papa pisa terreno real: la degradación y atrofia de esta democracia que rige en general en el mundo está muy avanzada. Pero, ¿de dónde brota esta degradación?, ¿cuáles son sus raíces? La degradación de la democracia no es un fenómeno de un país. El avance y desarrollo de la llamada “globalización” capitalista fue igualando las condiciones y las diferencias entre países. No se trata, entonces, de la maldad o perversión humana, aunque eso esté presente, sino que la cosa es más compleja y por eso es más grave e inevitable en las actuales condiciones del capitalismo.
En esta sociedad, lo que los capitalistas (oligarcas, industriales, comerciantes, financieros) buscan y persiguen siempre, y no pueden dejar de perseguir, es la defensa de sus intereses: la búsqueda de ganancia (y los más grandes capitales tienen poder para imponer sus intereses). Y es absurdo, ilógico e inútil pretender que no defiendan sus intereses, porque no tienen otra, cualquiera en su situación económica, social y cultural haría lo mismo o terminaría fundido, por eso lo seguirán haciendo.
Y cuando las condiciones sociales, económicas, políticas, etc., ubican esos intereses más allá de los límites de la democracia, de la libertad, de la paz, del mínimo respeto al medio ambiente, y aún de la decencia y la honradez, van a buscar esos intereses adonde están, y el que no lo hace pierde y es desplazado por quien sí lo hace.
Pero ¿es que hoy para los capitalistas la búsqueda de ganancia y la defensa de sus intereses están más allá de esos límites? Hoy el nivel de competencia entre capitales es feroz para lograr un “lugar bajo el sol” y con eso alcanzar el objetivo de “la ganancia”; y si bien los más grandes capitales mundiales alcanzan ese lugar, poder mantenerse allí les es cada vez más difícil.
Se podrá decir que la “democracia” no se establece, no se rige ni se garantiza en los negocios capitalistas, sino por y en las instituciones del Estado: el poder ejecutivo, (los gobernantes), el legislativo (el congreso, los parlamentarios), el poder judicial (jueces, fiscales), instituciones públicas, etc. quienes deben asegurar la vigencia y realidad de la democracia y sus principios. Pero la cosa es que la prolongada, continua y permanente agudización de la competencia por los negocios (lícitos e ilícitos) y la ganancia (legales, ilegales o mafiosas) terminó llevando esa pelea a los estratos del Estado, siendo esa la verdadera causa de la corrupción generalizada en todas las instancias del mismo; porque si los capitalistas no cuentan con fuertes posiciones en el aparato de Estado (Gobierno, Parlamento, Corte Suprema, etc.) no pueden defender sus intereses, no solo frente a los trabajadores sino además, y sobre todo en tiempos de crisis, frente a los otros capitalistas que compiten con ellos.
Esos lugares en el aparato de Estado y de Gobierno son, para los capitalistas, trincheras defensivas y plataformas de ataque desde donde defender sus intereses (en el país conocimos la patria “contratista”, la “financiera”, la de la “empresa pública”, la de la “obra pública”). Mientras el poder económico esté en manos de los grandes capitales es inevitable que usen todas las posibilidades que ese poder les brinda para someter a todos los poderes públicos -- por eso los artículos citados hablan de “plutocracia” y “aristocracia”-- con el objetivo de asegurar o aumentar sus ganancias sobre sus competidores. Pretender que no lo hagan es pretender que se suiciden. Esta es la base desde donde brota la atrofia y degradación de la democracia.
Pero en la idea y la conciencia de gran parte del pueblo argentino, lo opuesto a “la democracia” (y por ende a “esta” democracia) es la dictadura, o las dictaduras militares que hemos conocido; así, por una asociación inmediata y superficial de ideas, criticar a “esta” democracia o negarle el carácter de democracia, seria caer en posiciones favorables a la idea de dictadura. Pero, detrás de las fuerzas militares que dieron los Golpes de Estado y establecieron esas dictaduras ¿no estaban los grupos económicos que se beneficiaron con esos planes, contando con la impunidad que le aseguraba la represión militar al movimiento popular? Y, ¿no son, acaso, las mismas fuerzas económicas las que ahora atrofian y pudren esta democracia? (Algunas veces impusieron dictaduras militares y otras veces, frente a gobiernos elegidos por el voto popular, usaron a algunos o desgastaron y desestabilizaron a otros hasta voltearlos).
Según la definición clásica la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Esta “democracia” (al igual que las dictaduras pero con otra vidriera) es el gobierno de las corporaciones y grandes grupos económicos, ejercido por esos grupos concentrados o sus políticos títeres, para asegurar los intereses y las ganancias mafiosas y corruptas de esos mismos grupos. Si queremos DEMOCRACIA tenemos que mirar la realidad de frente, nadie nos la va a regalar, desde los intereses que hoy dominan no la vamos a obtener, al contrario; no debemos esperar milagros ni idealizar fantasías, vamos a tener que luchar por ella, derrotando y quitándoles su base de sustentación económica mal habida a esas fuerzas antidemocráticas, corruptas y tenebrosas.
En adelante, la agudización de la competencia y el choque por la ganancia entre fuerzas económicas cada vez más poderosas e impunes hará crecer la audacia de la conducta delictiva. En una palabra, mientras los grupos económicos más poderosos se desgastarán en una lucha cada vez más encarnizada entre ellos, el sistema se volverá cada vez más y más antidemocrático y excluyente, con lo cual perderá el apoyo de clases, sectores y grupos sociales que hasta ayer lo apoyaban. Es urgente a la misma vez crear y construir la organización popular para vencerlos y asegurar la democracia popular.
Pariendo - Abril 2017

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