A comienzos del siglo XIX la provincia de Salta junto con Jujuy, Tucumán, y Tarija (actualmente Bolivia) integraba la intendencia de Salta del Tucumán perteneciente al Virreinato del Río de la Plata creado en 1776. Región favorecida desde los inicios de la colonia como abastecedora de las minas de Potosí (Bolivia), se había desarrollado toda una economía en función de ese mercado (víveres, mulas, carretas, sebo, etc.). Pero esas condiciones comenzaron a cambiar con la entrada en escena de nuevas metrópolis que buscaban posicionarse en el mercado mundial, producto del desarrollo de la Revolución Industrial.
Nuevas metrópolis que demandaron nuevos productos y más mercados. El eje de la economía se fue desplazando hacia el Atlántico, cuestión que deja en claro la creación de este virreinato tardío para la colonia con capital en Buenos Aires..
La oligarquía salteña era una de las más ricas del virreinato, sus hacendados y comerciantes gozaban de un poder inigualable en comparación con el resto del Río de la Plata dada su cercanía con el cerro del Potosí.
Martín Miguel de Güemes y su familia pertenecían a esa élite pero es destacable la actitud y conducta que el futuro gobernador salteño asumió desde un principio, ya que a los 14 años se incorporó en el Regimiento Fijo de Infantería, y participó en la defensa del Río de La Plata ante las invasiones inglesas de 1806 y 1807 pudiéndose destacar su participación, junto a un grupo de jinetes, en la toma del buque inglés “Justine” encallado ante una bajante del Río de la Plata.
En 1808 regresó a Salta y en 1810 se incorporó al movimiento independentista situándose en Humahuaca para organizar una milicia.
La revolución de mayo encontró en Salta un aliado muy condicionado por los intereses de esa oligarquía beneficiaria del comercio con el Alto Perú, vinculada personalmente con los realistas, y recelosa de un pueblo mestizo para el que la revolución no solo prometía, sino que también efectivizaba ciertos grados de justicia social. Se ponía en cuestión el orden de esa sociedad, y sin embargo aportó desde un principio hombres y recursos para la revolución.
San Martín al comprender que el camino del norte estaba cerrado para alcanzar la victoria frente a España, encomendó a Güemes el imprescindible rol del pueblo salteño: contener el avance realista en la frontera norte. Güemes tenía que liderarlo, sin esto, no habría liberación posible.
Y puso manos a la obra con el acompañamiento del pueblo salteño, que en numerosas oportunidades rechazó el avance español. Mucho sacrificio y coraje distinguen el accionar de ese pueblo. Con respecto a esto San Martín escribió a Buenos Aires en abril de 1814: «es imponderable la intrepidez y entusiasmo con que se arroja el paisanaje sobre las partidas enemigas, sin temor del fuego de fusilaría que a ellos hacen. Tengo de esto repetidos testimonios, y lo comunico a V. E. para su satisfacción».
Y con respecto al pueblo salteño Güemes expresó en su proclama del 23 de febrero de 1815: “ved el cuerpo militar de vuestros hermanos los gauchos que se une, se forma y sale a la campaña en los breves momentos de cuatro días: observad el gozo, la alegría y el júbilo con que van a presentarse a la frente de un ejército orgulloso, sin que a ninguno de estos héroes acompañe aquel temor que constituye los esclavos viles y ruines.”
Por el contrario la oligarquía salteña (los Cornejo, Uriburu, Saravia, Zuviría, Usandivaras, Tezanos Pinto, Huergo, Benítez, Figueroa entre otros) aceptó con desgano las imposiciones que le exigía la guerra y se hizo evidente en el retaceo de recursos.
Al respecto Güemes le escribía a Belgrano en 1818 lo siguiente:
“El patriotismo se ha convertido en egoísmo. Creía que asustando un poco a estos caballeros, se ablandarían y me socorrerían. Pero me engañé. Hice correr la voz de que los llevaría en la vanguardia y que para quedarse darían alguna cosa para ayuda de los que trabajan. Pues con todo este aparato no he conseguido otra cosa que calentarme la cabeza. Se juntó el vecindario en casa del Alcalde de Primer Voto, y entre todos, apenas han dado cuatro porquerías con que han auxiliado 30 gauchos, y esto dando a uno una camisa, a otro un poncho de picote, y a otro un pedazo de jerga vieja. ¿Qué tal? ¿Caballos? Unos cuantos; acaso los peores que han podido hallar, de suerte que con dificultad llegarán a Jujuy. A vista de esto, ¿no he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos?
Ellos trabajan personalmente, y no exceptúan ni aun el solo caballo que tienen, cuando los que reportan ventajas de la revolución no piensan otra cosa que engrosar sus caudales.”
Ya desde los inicios de la liberación colonial este sector, en su conjunto y en defensa de sus intereses, no vaciló en traicionar la lucha de un pueblo que puso todo lo propio al servicio de la Revolución; como la oligarquía salteña que aprovechó la ausencia de Güemes para destituirlo de su cargo de gobernador a través del Cabildo.
Del mismo modo, más adelante, es la que pactó con el proyecto agroexportador de Buenos Aires beneficiándose de la explotación de la mano de obra indígena y los subsidios del Estado. Tanto comerciantes como terratenientes vieron en la lucha de Güemes su perjuicio económico, por lo que buscaron el medio para deshacerse de él. Lo traicionaron recurriendo a una de las partidas realistas que estaban en retirada luego del accionar de los infernales, delataron su ubicación y reunieron dinero para pagarle a sus asesinos. Para ello rodearon la residencia de su hermana donde se encontraba Güemes quien al darse cuenta, intentó huir y fue herido por la espalda.
Fueron diez días de una terrible agonía durante los cuales enviados del ejército español quisieron sobornarlo ofreciéndole atención médica y remedios a fin de que abandone la lucha pero es aquí donde no podemos dejar de destacar la conducta consecuente al rechazarlos y dando como última orden que ese cuerpo de gauchos no descanse hasta expulsar definitivamente al invasor español.
Dicha orden fue cumplida y ese pueblo convencido de que la revolución era a todo o nada logró su cometido. Este recorrido nos deja ver cómo y hasta dónde puede llegar un pueblo que se involucró convencido de cuál es la pelea que debe dar. Un pueblo que encontró a través de su líder el camino para la independencia, quien lo marcó con la efectividad de su estrategia y su actitud consecuente hasta el final. A la vez que también nos alerta sobre el accionar de la oligarquía que no tiene escrúpulos en traicionar la lucha de un pueblo en función de proteger sus propios intereses; conducta que parece estar impresa en su ADN ya que se repite en innumerables ocasiones a lo largo de la historia de los pueblos. Por lo tanto no podemos esperar otra cosa de este sector. ¿Existe otra posibilidad, que ellos o nosotros?
Publicado en Revista Pariendo Nº48 – Marzo 2020
Las luchas por la independencia en Salta
