Nuestros problemas
Veamos algunos de nuestros problemas:
Clarín, 17-11-2009, pág. 19: “El pacto climático será recién en 2010”. “Había que salvar la cumbre de medio ambiente de Copenhague de alguna manera. Y la solución fue quitarle el peso de firmar allí un pacto para terminar con las emisiones de gases que provocan el calentamiento del planeta”.
Así comienza el artículo, ¿cómo termina?: “La cumbre de Copenhague está a salvo. Sigue pendiente el objetivo de salvar al planeta.”
Pero he aquí que ese es el objetivo de estas reuniones: ¡Salvar al planeta! Se han hecho en 10 o más años, decenas y decenas de estas reuniones. Sus participantes son funcionarios políticos, ejecutivos de empresas multinacionales, jefes, directores y presidentes de instituciones públicas y privadas de renombre, senadores, ministros, diputados y gobernantes, toda gente ‘‘importante’’. En cada reunión se invierten millones de dólares para su realización. Los participantes se alojan en los mejores hoteles y comen en los mejores restaurantes…
Clarín, 17-11-2009, pág. 20: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Un niño ha muerto de hambre en el mundo”, “17 mil personas murieron ayer de hambre en el mundo” (así comenzó su discurso el director de la FAO, Agencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, Jacques Diouf.)
¿Cómo terminó?: “hacen falta 76 mil millones de dólares. Parece mucho dinero, pero hay que recordar que el año pasado las especulaciones financieras que desataron la crisis global que el mundo soporta costaron dos billones (millones de millones) de dólares. Y se sigue despilfarrando dinero a manos llenas en el mundo financiero en favor de bancos y especuladores”.
Y concluyó: “uno-dos-tres-cuatro-cinco-seis segundos. Otro chico ha muerto de hambre del mundo.”
Sigue Clarín: “Nuevo fracaso de la asamblea de la FAO contra el hambre’’. Solo produjo una declaración política y no dio un centavo para atenuar el drama. (…) Hace 36 años que este corresponsal se encuentra en Roma y meses después de llegar cubrió para Clarín la Primera Conferencia Mundial de la Alimentación. Desde entonces se han visto tantas reuniones de la (FAO), con anuncios de miles de millones de aportes, plazos seguros para bajar a la mitad el hambre en el mundo, etcétera, bla-bla-bla. Cada vez hay más “encuentros”, y más muertos de hambre. Ningún otro escándalo a los que el mundo nos ha acostumbrado es tan escandaloso. Y lo más escandaloso que tiene el escándalo, escribió Simone de Beauvoir, es que uno se acostumbra”. Hasta acá Clarín.
¿Esperaremos otros 36 años?
Así seguirán esas reuniones para discutir sobre el hambre, en la que los participantes no lo pasan, comen en los mejores lugares, y no pagan de su bolsillo. Y donde no participan los que tienen hambre, sino los que viven a costa de los que tienen hambre. ¡¡Y para salvar al planeta!! (y de paso salvarnos a nosotros y nuestros hijos). La naturaleza no nos deja poner la fecha a nosotros. A estos y otros muchos problemas ellos, la gente ‘‘importante’’ como vemos, no lo van a resolver. O lo encaramos nosotros, los trabajadores y las personas sencillas del pueblo, y de paso nos sacamos de encima a todos estos sinvergüenzas y corruptos, o estamos fritos. Pero, y...
Nuestro Acostumbramiento
Una serie de problemas y su agravamiento, con el tiempo van cambiando el escenario que vemos y el mundo que vivimos. Asoma un mundo que se aleja de valores humanos y sociales, del aprecio y la valoración por los vínculos, la preocupación por lo de todos y más aún por lo del otro. Y nuestra vida es cada vez más presionada y condicionada por ese cambio. Esa presión y condicionamiento nos “hace” actuar de una manera determinada, y la repetición de esa manera de actuar nos va cambiando poco a poco a cada uno de nosotros. ¿No nos acostumbramos cada vez más a cosas que hoy nos parecen “normales” y en otros momentos nos hubieran alarmado?, ¿qué provoca ese cambio?, ¿no es la repetición cada vez más seguida de esos hechos y la falta de sanciones y/o soluciones? Esa reiteración va arrastrando a nuestra visión de la vida, así nos parecen “normal” o “natural” que sucedan y se repitan cosas que no tienen nada de natural o normal.
Muchas veces pensamos y/o decimos: “Es imposible entender todo esto, por eso trato de no enterarme, porque me pone mal”. “Son problemas graves y grandes, yo no puedo hacer nada, me superan, entonces mejor ni enterarse porque me hago mala sangre”.
Y, como es cierto que es difícil entender, que son problemas graves y grandes, que nos exceden individualmente, y nos provocan impotencia, nos vamos acostumbrando a convivir con lo que pasa y a conformarnos con ese razonamiento, sin reparar en que tiene... “algo”, ¿mucho? de justificación de una actitud pasiva, cómoda.
¿Crece el problema o crecemos nosotros?
Así de a poco nos vamos adaptando al cambio de la realidad, cediendo a sus presiones y condicionamientos. Y eso por momentos o por un tiempo nos deja tranquilos. Pero nada es gratis, porque ignorando o evadiéndonos de los problemas, ¿no terminamos agravando y/o agrandando los problemas, cuando lo que necesitamos es crecer nosotros?, y para crecer nosotros, ¿qué otra manera que enfrentar la realidad y sus problemas?
¿Problema social o individual? Cada uno de nosotros tratamos de resolver nuestra vida, pero al evitar enterarnos de lo que sucede o ponerlo en segundo plano, ¿no actuamos como si estuviésemos desconectados del resto?, ¿como si no viviéramos condicionados y presionados por la misma realidad que los demás?, ¿como si lo que nos pasa a cada uno no fuera lo mismo o similar que lo que les pasa a los demás?, ¿o como si las causas de lo que nos pasa no fueran las mismas que provocan los problemas de los demás?
Eso que nos condiciona y presiona, ¿no lo sufren los demás también?, y los problemas graves y grandes, ¿no son problemas sociales?, ¿acaso se pueden resolver individualmente? Y si los problemas sociales estuviesen resueltos, ¿nuestros problemas no se achicarían hasta la insignificancia?
¿Es solución el individualismo?
Al querer ignorar y evadirnos de la realidad social y ocuparnos solo de “lo nuestro”, ¿no tenemos una conducta individualista? Y una conducta individualista frente a problemas que no son individuales sino sociales, ¿no es una respuesta inadecuada e insuficiente?, ¿no es eso lo que nos genera impotencia?
Pero, ¿podemos pensar en otra respuesta o actitud cuando sentimos que estamos solos con nuestros problemas?
Una cosa es sentirnos solos y otra es estar solos. Porque lo que sentimos depende no solo de lo que nos pasa y la realidad que tenemos delante, sino también de como concebimos la vida, de nuestras ideas, sentimientos, experiencias, conceptos, etc. Así, lo que vemos o lo que pasa es procesado mentalmente por nosotros. Así (y por eso), va cambiando nuestra manera de ver las cosas a medida que se repiten y reiteran, y llegado un punto nos parecen naturales cosas que no lo son.
Por eso la realidad y lo que percibimos pueden no ser lo mismo. Pero, ¿cómo ocurrió?, ¿cómo llegamos a sentirnos solos?, ¿qué ideas, conceptos, experiencias, influyeron? Muchas cosas, pero hay algo que viene de lejos: el individualismo como concepción de vida. En épocas económicas “buenas”, el individualismo se expresaba como deseo de “independizarse” en el trabajo; y, como algunos lo conseguían, eso encandilaba y nublaba el entendimiento de millones, pues eran una ínfima minoría quienes alcanzaban a independizarse, y la aplastante mayoría trabajaba en fábricas o empleos. ¿Hubiera podido funcionar la sociedad con proporciones inversas, con la mayoría independizados y una ínfima minoría trabajando en fábricas o empleos? La gran cantidad de artículos y mercaderías que consumimos ¿se podían elaborar en talleres independientes o con trabajo individual?, ¿o solo en la gran producción con trabajo combinado de cientos y miles de obreros y con tecnología moderna que solo produce en gran escala? Es más, ¿hubieran existido esos miles de pequeños talleres de trabajadores ‘‘independizados’’ sin las fábricas?, cuando en realidad en la mayoría de los casos esas fábricas le daban trabajo a los talleres. Además, ¿no es del trabajo de los miles y millones en esas fábricas y empleos de donde obtienen sus ganancias los grandes capitales que mandan y dominan en este país?, y estos, ¿hubieran tolerado que les faltara la cantidad de obreros necesarios en sus fábricas, cuando del trabajo de sus obreros obtienen sus ganancias?
Así, la idea de ‘‘independizarse’’, de salida individual, al margen de lo social que ilusionaba y/o tentaba a muchos, era imposible como proyecto para toda una sociedad; pero una vez que se arraigó esa idea fue muy útil para imposibilitar y trabar la acción unida, de conjunto, de las y los trabajadores, y de este sector con otros sectores sociales, para impedir al saqueo al país y al pueblo.
Hoy las condiciones han cambiado, ya no estamos en épocas de “bonanza” sino de crisis económica, y ese mismo concepto individualista mutó de forma, ahora se expresa como aspiración a la “libertad individual”. La cual no puede darse en una sociedad con sectores en lucha permanente y explotación.
Pensemos esto. Vivimos, por un lado, en condiciones económicas y sociales determinadas, que inciden y mucho en nuestra vida: condiciones de trabajo, de seguridad, salud, educación, etc., por otro lado, con nuestras relaciones personales. Entonces ¿libertad con respecto a quién?, ¿acaso podemos liberarnos de la posibilidad de quedar desocupados, o de caer en el trabajo en negro, o de que nos falte el agua, o de una inundación, o de ser víctima de la inseguridad, o de que nos vendan remedios “truchos”, etc., etc.? No hay libertad individual que nos pueda proteger de estos y tantos otros males sociales. Y tras cada uno de estos males sociales están, en forma directa o indirecta, los intereses de quienes nos saquean. Esa libertad individual no nos sirve para liberarnos de quienes nos roban.
Quedan nuestras relaciones personales, nuestros familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o de estudio. Podemos liberarnos, aislarnos, evitar todo compromiso con ellos. Pero… ¿eso no sería aislarnos de aquellos a los que les pasa más o menos lo mismo, o parecido que, a nosotros, que están agredidos por lo mismo que nosotros, y por eso son los únicos con los que podemos defendernos juntos de los problemas?
¿Qué se puede pensar de una “libertad” que no impide que nos agredan y, en cambio, si nos impide, frena y desvía que podamos unirnos con aquellos que son agredidos como nosotros, y a los que necesitamos para defendernos juntos? El individualismo en todas sus formas perjudica a los sectores populares, y al país, y beneficia a los grandes capitales y a los ladrones de guante blanco.
El problema y nuestra actitud
Retomemos. Pero, entonces, ¿es que no somos impotentes ante una realidad que nos apabulla y nos supera? individualmente sin duda que somos impotentes. Pero, esa realidad, sus presiones y condicionamientos que nos afectan individualmente a cada paso de nuestra vida, ¿no afectan también a miles y millones de individuos?, ¿no demuestra eso que nuestra vida transcurre socialmente y no hay forma de evitar lo social?
Y nosotros la mayor parte de las veces pretendemos resolver por las nuestras, individualmente los problemas. Es una respuesta con la que intentamos protegernos, un intento de autodefensa, y de ese carácter defensivo de esa respuesta deriva nuestra impotencia. Impotencia que nos empuja a evadirnos, (y justificarnos).
Problema y respuesta
La respuesta a un problema, ¿no debe ser coherente y corresponderse con la naturaleza del problema? Para ser resueltos los problemas sociales ¿no requieren ser socializados? Es cierto que socializar una respuesta es más complejo que tomar una determinación individual, más aún si esa determinación es evadirse, ignorarlo. Pero… ¿necesitamos una solución fácil y simple, o una solución efectiva?
Hoy la competencia entre capitales agudiza la disputa de intereses hasta el punto en que el interés privado de unos pocos termina arrasando el interés social de millones. El interés privado de esos pocos está en contradicción con el interés social de millones. ¿Quién defenderá, entonces, el interés social cada vez más amenazado? Solo podemos hacerlo esos millones, que somos los perjudicados con el arrasamiento del interés social, aunque a veces nos demos
cuenta tarde. ¿Cómo hacerlo? Poniendo el interés social por sobre nuestro interés individual, pequeño, enano, mísero.
Pero, ¡¡¿cómo no defender lo de cada uno?!! No se trata de no defender nuestro interés individual, sino de defenderlo eficazmente. Porque el interés social es la base, el piso desde donde levantamos nuestro interés individual. Si nos bajan más y más ese piso es imposible suplir esa baja con esfuerzo individual.
¿Cómo es eso de que el interés social es la base de nuestro interés individual? Si los hospitales funcionan y atienden bien, dando los medicamentos, etc., ¿es lo mismo que si no lo hacen?, otro tanto pasa con la educación, con la seguridad en el trabajo y en la vida, con el transporte, con la facilidad para la vivienda, con la justicia laboral, etc., etc. Y hay muchas cosas que individualmente no podemos evitar ni con mayor esfuerzo: la desocupación o el trabajo precario, o todos los tipos de inseguridad que padecemos, o casos como Cromagnon, o ser víctimas de remedios truchos, evitar una inundación o sequía o epidemias, etc.;… Todas estas cosas y muchísimas más no son resultado de imponderables inevitables, sino que tiene causas: por un lado, de que el funcionamiento de la sociedad capitalista aumenta siempre he inexorablemente la concentración de la riqueza en cada vez menos manos, y, por otro lado, de que esa concentración ha llegado a tal punto que, para seguir adelante, necesita avasallar, arrasar, saquear a toda la sociedad y a la naturaleza, destruyendo ambas.
La actitud de intentar evadirse de todos estos males estimula a quienes lucran y medran con ellos.
Cuanto más nos bajen ese piso, más evidente se nos hará la importancia y el valor del interés social.
Hasta que, si no reaccionamos antes, no quedará más interés individual que defender. El interés individual y el social se nos presentarán como un solo y mismo interés. La situación, y su proceso de agravamiento nos arrastrará, entonces, a cambiar nuestra visión y conducta, a cambiar nosotros para poder cambiar las condiciones sociales que nos ahogarán. De una manera u otra, antes o después, nos veremos obligados a enfrentar nuestros problemas.
PARIENDO UNA NUEVA SOCIEDAD, 2009
